sábado, 30 de enero de 2010
viernes, 29 de enero de 2010
Noticia
No, no lo es a modo de las del telediario, es una de tantas que pasan desapercibidas.
Irena Sendler
Una señora de 98 años llamada Irena acaba de fallecer.
Durante la 2ª Guerra Mundial, Irena consiguió un permiso para trabajar en el Ghetto de Varsovia como especialista de alcantarillado y tuberías.
Pero sus planes iban más allá... Sabía cuales eran los planes de los nazis para los judíos (siendo alemana)
Irena sacaba niños escondidos en el fondo de su caja de herramientas y llevaba un saco de arpillera en la parte de atrás de su camioneta (para niños de mayor tamaño). También llevaba en la parte de atrás un perro al que entrenó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y entraba del Ghetto. Por supuesto, los soldados no querían tener nada que ver con el perro y los ladridos ocultaban los ruidos de los niños. .
Mientras estuvo haciendo esto consiguió sacar de allí y salvar 2500 niños
Los nazis la cogieron y le rompieron ambas piernas, los brazos y la pegaron brutalmente
Irena mantenía un registro de los nombres de todos los niños que sacó y lo guardaba en un tarro de cristal enterrado bajo un árbol en su jardín. Después de la guerra, intentó localizar a los padres que pudieran haber sobrevivido y reunir a la familia. La mayoría habían sido llevados a la cámara de gas. Aquellos niños a los que ayudó encontraron casas de acogida o fueron adoptados.
El año pasado Irena fue propuesta para recibir el Premio Nobel de la Paz... Pero no fue seleccionada
Se lo llevó Al Gore, por unas diapositivas sobre el Calentamiento Global y en 2009, Obama sólo por buenas intenciones.
miércoles, 27 de enero de 2010
Papado y servicio
Mucha gente al referirse al papado o al sacerdocio en general lo plantean a modo de poder, de someter a las personas. Son acusaciones que se desvanecen con la publicación de una carta escrita por Juan Pablo II cuando estaba sano. En breve saldrá el libro que recoge un montón de documentos privados de nuestro querido Juan Pablo II. En ese libro descubriremos la profundidad de su alma y cómo entendía su sacerdocio como un servicio a la Verdad, a la Iglesia, es decir a Cristo! No hay afán de aferrarse al cargo ni al dominio... Es una vida hecha servicio.
Soy profeta!!
Llevo casi un año en este blog, y el facebook, y eye aquí que Benedicto xvi dice:
Los medios digitales son el nuevo «atrio de los gentiles» y los sacerdotes deben formarse para usarlo. Lo ha dicho el Papa en su mensaje para la próxima Jornada de las Comunicaciones Sociales, publicado el pasado domingo. Benedicto XVI invita a los sacerdotes a servirse de las nuevas tecnologías como «instrumento indispensable» para la evangelización y a abrirse camino en la red, pero sin olvidar que el contacto humano, el cara a cara, el trabajo mano a mano junto a los fieles, es lo esencial.
Parece que me anticipo a lo que dice el Papa!!! A ver a ver ¡, la siguiente sobre las vacaciones del clero, 45 días!! ¿?
Los medios digitales son el nuevo «atrio de los gentiles» y los sacerdotes deben formarse para usarlo. Lo ha dicho el Papa en su mensaje para la próxima Jornada de las Comunicaciones Sociales, publicado el pasado domingo. Benedicto XVI invita a los sacerdotes a servirse de las nuevas tecnologías como «instrumento indispensable» para la evangelización y a abrirse camino en la red, pero sin olvidar que el contacto humano, el cara a cara, el trabajo mano a mano junto a los fieles, es lo esencial.
Parece que me anticipo a lo que dice el Papa!!! A ver a ver ¡, la siguiente sobre las vacaciones del clero, 45 días!! ¿?
Maria
sábado, 16 de enero de 2010
viernes, 15 de enero de 2010
In memmoriam
Juan Pablo II el grande nos enseñó con su vida que es factible amar a Cristo toda la vid; eso es la santidad... a la que estamos llamados...pues ánimo no?
Pon los bafles o los cascos y disfruta.
Amedeo Minghi tributes JPII - Un Uomo Venuto Da Lontano
Cargado por Genjuanpa. - Ver los videos de música recién destacados.
Pon los bafles o los cascos y disfruta.
Amedeo Minghi tributes JPII - Un Uomo Venuto Da Lontano
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domingo, 10 de enero de 2010
Vivimos la novedad de cada día?
Al final de este vídeo vemos un niño que no distingue la realidad de la ficción. Nosotros sí que lo hacemos, la única realidad, valga la redundancia, real! es Dios, Señor de todo lo que existe. Por eso a nosotros no se nos arrebata la Paz nunca!
Homilía
Os copio la homilía de D José Ignacio Munilla. Ejemplo de "talante" cristiano (siempre bien humorado).
Excelentísimo Señor Nuncio de su Santidad, queridos hermanos en el episcopado, sacerdotes, diáconos, religiosos, consagrados y seminaristas; queridos laicos y familias de esta diócesis donostiarra, y los que habéis venido de otros lugares (¡me permito hacer una especial mención a los palentinos que habéis querido acompañarme!); autoridades y representantes de la vida pública, cuya presencia entre nosotros agradezco; todos aquellos que seguís esta celebración a través de los diversos medios de comunicación; queridos todos, ¡hijos e hijas de Dios!, que es el mayor “título” que jamás podrá decirse de nosotros, en el cual estamos todos hermanados: ¡La paz de Cristo sea en vuestros corazones! Jesu Kristoren bakea izan bedi zuek guztiokin!
El Señor Nuncio de su Santidad ha hecho mención en su primera intervención a los santos de esta diócesis donostiarra. Su invocación me llena de alegría y confianza, porque nos recuerda a todos que, a esta amplia asamblea que hoy se ha congregado, se une también la Jerusalén del Cielo… Su fuerza de intercesión es muy grande, y nos conforta saber que en esta vida no navegamos solos, y que ellos también han pasado por situaciones difíciles, antes de llegar a la gloria. Me quiero encomendar pues, desde el primer momento, a nuestra querida Virgen María, en sus advocaciones de Nuestra Señora de Aránzazu, Virgen del Coro, y me permito también añadir la advocación de Santa María de la Antigua, de Zumárraga. Me encomiendo también a todos los santos y santas que nos han precedido, y de un modo particular, a San Ignacio de Loyola.
Me presento ante vosotros pobre y humilde, con la inevitable sensación de que las expectativas que muchos de vosotros podáis tener, son muy superiores a lo que quepa esperar de mí… Si me permitís un poco de humor para distender el discurso (y quizás también para rebajar las expectativas), en estos días me ha venido a la mente un relato gracioso y enjundioso al mismo tiempo, que escuché a uno de mis hermanos obispos aquí presentes:
Dicen que había un señor muy débil y enfermo, que solicitó audiencia con el Papa para pedirle que rezase por él. Para su sorpresa, el Santo Padre le contestó concediéndole una cita. Llegado el día, acudió con antelación al Vaticano. En el primer control, le indicaron que tenía que ser muy breve porque el Papa estaba muy ocupado; al llegar a la primera planta, el Secretario le insistió en que el Papa estaría cansado, y que no debía alargarse en la entrevista… Al acercarse a la antesala, un monseñor le hizo saber la ocupadísima agenda del Pontífice esa mañana, insistiéndole en la brevedad… Cuando estaba ya a punto de entrar, un cardenal le miró fijamente, al mismo tiempo que se levantaba ligeramente la manga de su muñeca, y daba unos golpecillos con su dedo al reloj… Finalmente, se abrió la puerta, y al ver el rostro del Papa, nuestro hombre, débil y enfermo, sólo fue capaz de balbucear: «¡PAPA!, ¡PUPA!».
A buen seguro que habéis comprendido la intención de mi pequeña broma… La presión que se genera en ciertos momentos es muy grande. Por ello, quiero pediros a todos vuestra comprensión ante mi pequeñez, al mismo tiempo que vuestra buena voluntad en la acogida de las palabras de este pastor de la Iglesia. El factor mediático tan influyente en nuestros días, contribuye fácilmente a construir castillos en el aire, a ver gigantes donde sólo hay molinos, a engrandecer a quienes lejos de ser supermanes, tan sólo son unos peregrinos más en el camino de la vida; o tal vez, a juzgar como demonios a quienes simplemente comparten nuestra misma condición pecadora.
Por todo ello, permitidme que lo diga una vez más: me presento ante vosotros pobre y humilde, al mismo tiempo que consciente de la misión que he recibido de Cristo y de su Iglesia. Nada busco por mi cuenta y sólo le pido a Dios «acertar», ser instrumento suyo en la construcción de su Reino… Ser «instrumento», no más. Pero tampoco menos.
En un día como hoy y en las circunstancias presentes, he pensado compartir con vosotros el uso de la palabra… Me explico: Con motivo de mi nombramiento, he recibido muchísimos correos electrónicos y cartas. De entre éstas últimas, he elegido una, que me ha llegado especialmente al alma… Dice literalmente:
Estimado José Ignacio:
La paz y el amor de Jesucristo y la alegría de la Virgen María rebosen en tu corazón. Con tu reciente nombramiento como obispo de la diócesis de San Sebastián, quiero mostrarte mi acogida y cariño junto con esta tu tierra que te vio nacer. Es mi deseo que te encuentres en casa, acogido y amado como Pastor.
Tu nueva labor vaya ungida por el Santo Espíritu. Él te consolará y te dará la fuerza que viene de lo alto para mantenerte fiel a Dios y a la Iglesia. Jesús te dice: «No tengas miedo, Yo estoy contigo». Así pues, no temas, Dios está con nosotros…
Acuérdate cuando pastorees la grey del Señor, sobre todo, de los pobres, humildes y enfermos, aquellos que no tienen protector y sé un Padre amoroso para todos ellos. Hay mucha falta de cariño en los corazones, José Ignacio;, tú que lo recibes de Nuestro Señor, dáselo a los pobres y a los pequeños; y no te olvides de ninguno… ¡Sé reflejo humilde del Corazón de Jesús, siendo de todos y para todos!
Tú que tanto amas a la juventud, acuérdate de ellos y sé comprensivo con su debilidad, acogiéndolos con misericordia. Ellos necesitan acogida y compasión y un corazón que les comprenda, que les escuche y los acompañe.
Escucha, José Ignacio, escucha el clamor del pueblo sufriente y dolorido y alégrate, al mismo tiempo, con aquellos que se sienten amados infinitamente por Dios.
Los niños y los ancianos sean tu predilección; son débiles y dependientes y necesitan apoyarse. Utiliza tu báculo para ayudarles en sus necesidades.
Sobre todo, José Ignacio, cuenta con la gracia de Dios. La empresa es muy grande para un alma sencilla como la tuya, pero la gracia es aún mayor para llevarla a buen fin. No te faltará la oración de la Iglesia. Te tendré siempre presente en mis humildes oraciones y aquí me tienes cuando me necesites. Aprovecho para desearte una Feliz Navidad. Un entrañable recuerdo a tu amatxo. Ongi etorri zure etxera!
¡Da gusto tener unos fieles que le preparen la homilía al obispo! Recibo estos consejos y los hago míos, e intentaré llevarlos a la práctica en el ministerio pastoral.
Queridos fieles de Gipuzkoa: Me presento ante vosotros con pleno deseo y disposición de trabajar en nuestra Iglesia diocesana, de forma que todos juntos sirvamos a Cristo, nuestro Señor. Mi intención es la de entroncarme plenamente en el recorrido de nuestra diócesis, sumando mis esfuerzos al proyecto pastoral diocesano de una Iglesia al servicio del Evangelio. ¡No podría ser de otra manera! Caminaremos juntos, creciendo en comunión entre nosotros, en plena apertura y obediencia a las orientaciones de nuestro querido Papa, Benedicto XVI. ¡Confiamos plenamente en el ministerio del sucesor de Pedro!
Debemos ser cada vez más conscientes de que Dios quiere que compartamos nuestros talentos. Estamos llamados a discernir y a reconocer los dones que el Espíritu reparte entre nosotros, de forma que podamos trabajar para fortalecerlos y enriquecernos.
Os agradezco a todos esta acogida y este recibimiento, aunque me parece que es un tanto desproporcionado y que ha sido sobredimensionado por las circunstancias… Lo acojo y lo agradezco en la fe, sabiendo –y recordándooslo a todos– que es a Cristo a quien estamos recibiendo.
Al ver el calor de vuestra acogida, me he acordado del borriquillo que Jesús montaba aquel Domingo de Ramos en su entrada en Jerusalén. ¿Os imagináis qué ridículo hubiese hecho aquel asno si hubiese creído que aquellas aclamaciones y aquellos saludos estaban dirigidos a él, en vez de a quien llevaba sobre sus lomos? Le pido al Señor no ser tan «burro» como para engañarme así.
Me parece que todos, sin excepción, deberíamos aplicarnos la parte que nos corresponde en esta imagen de la entrada de Jesús en Jerusalén. ¡Qué absurdo hubiese sido que quienes salieron a las calles, aquel Domingo de Ramos, batiendo sus palmas y cantando cánticos de alegría, lo hubiesen hecho por el simple motivo de que el borrico les resultase simpático! ¿Y qué decir de los habitantes de Jerusalén, si se hubiesen resistido a recibir a Jesucristo, porque no les gustaba el asnillo sobre el que venía montado?
La moraleja y la conclusión de esta cuasi fábula que os he propuesto, es obvia: ¡El misterio de la Iglesia sólo cabe vivirlo en la fe y desde la fe! ¡Cualquier otra cosa, inevitablemente, nos conduciría a malas interpretaciones y a manipulaciones! Así nos lo recordó D. Juan María Uriarte en la homilía de su despedida: «La comunidad cristiana se mantendrá incólume si por la fe sabe identificar a Jesús presente y activo en medio de ella y tiene el coraje de confiar en Él “a fondo perdido”. Él es la fuerza de la Iglesia en todos sus momentos de debilidad, de prueba y de riesgo».
Oremos unos por otros, queridos hermanos. No lo digo como una frase hecha, sino con plena convicción de que es el camino para sanar heridas y para alcanzar la meta que perseguimos, que no es otra que dar gloria a Dios. Os pido que nos tomemos en serio esta llamada que os hago. La oración dirigida a la Virgen María será especialmente eficaz. ¡Bien sabemos de la capacidad que tienen las madres de congregar a sus hijos! Con frecuencia, cuando falta la madre, resulta casi imposible convocar a la familia; sin la madre aquello se convierte en un «desmadre». Pero nosotros… ¡tenemos madre!; y se llama «María». ¡Cada vez que pronunciemos con confianza este santo y bendito nombre –«¡María!»–, nos sentiremos más hermanos!
Agradezco de todo corazón a todos aquellos que habéis colaborado en la preparación de este acto. No os voy a citar uno a uno, porque seguro que caería en olvidos imperdonables. Gracias a cuantos han contribuido a facilitar las cosas, de muchas y diversas formas, allanando el camino de este pastor que os envía el Papa. ¡Dios os bendiga a todos vosotros y a vuestras familias!
El capítulo de los agradecimientos sería muy largo, y, por ello, voy a resumirlo de una forma muy sencilla: Agradezco a la Iglesia todo lo que he recibido de ella, de forma particular a esta diócesis de San Sebastián, en la cual nací a la fe y en la que fui feliz ejerciendo el ministerio sacerdotal. Gracias también a la diócesis de Palencia, que tendrá un hueco en mi corazón para siempre… ¿Y qué diré de mi familia? Sin su respaldo, difícilmente podría estar ahora aquí, dirigiéndoos estas palabras. Gracias a mi «amatxo» Inaxi, y a mi difunto «aita» Esteban, a quien hoy siento muy presente entre nosotros.
¡Querida Iglesia, querida familia, gracias a todos por todo! ¡Dios os bendiga
Excelentísimo Señor Nuncio de su Santidad, queridos hermanos en el episcopado, sacerdotes, diáconos, religiosos, consagrados y seminaristas; queridos laicos y familias de esta diócesis donostiarra, y los que habéis venido de otros lugares (¡me permito hacer una especial mención a los palentinos que habéis querido acompañarme!); autoridades y representantes de la vida pública, cuya presencia entre nosotros agradezco; todos aquellos que seguís esta celebración a través de los diversos medios de comunicación; queridos todos, ¡hijos e hijas de Dios!, que es el mayor “título” que jamás podrá decirse de nosotros, en el cual estamos todos hermanados: ¡La paz de Cristo sea en vuestros corazones! Jesu Kristoren bakea izan bedi zuek guztiokin!
El Señor Nuncio de su Santidad ha hecho mención en su primera intervención a los santos de esta diócesis donostiarra. Su invocación me llena de alegría y confianza, porque nos recuerda a todos que, a esta amplia asamblea que hoy se ha congregado, se une también la Jerusalén del Cielo… Su fuerza de intercesión es muy grande, y nos conforta saber que en esta vida no navegamos solos, y que ellos también han pasado por situaciones difíciles, antes de llegar a la gloria. Me quiero encomendar pues, desde el primer momento, a nuestra querida Virgen María, en sus advocaciones de Nuestra Señora de Aránzazu, Virgen del Coro, y me permito también añadir la advocación de Santa María de la Antigua, de Zumárraga. Me encomiendo también a todos los santos y santas que nos han precedido, y de un modo particular, a San Ignacio de Loyola.
Me presento ante vosotros pobre y humilde, con la inevitable sensación de que las expectativas que muchos de vosotros podáis tener, son muy superiores a lo que quepa esperar de mí… Si me permitís un poco de humor para distender el discurso (y quizás también para rebajar las expectativas), en estos días me ha venido a la mente un relato gracioso y enjundioso al mismo tiempo, que escuché a uno de mis hermanos obispos aquí presentes:
Dicen que había un señor muy débil y enfermo, que solicitó audiencia con el Papa para pedirle que rezase por él. Para su sorpresa, el Santo Padre le contestó concediéndole una cita. Llegado el día, acudió con antelación al Vaticano. En el primer control, le indicaron que tenía que ser muy breve porque el Papa estaba muy ocupado; al llegar a la primera planta, el Secretario le insistió en que el Papa estaría cansado, y que no debía alargarse en la entrevista… Al acercarse a la antesala, un monseñor le hizo saber la ocupadísima agenda del Pontífice esa mañana, insistiéndole en la brevedad… Cuando estaba ya a punto de entrar, un cardenal le miró fijamente, al mismo tiempo que se levantaba ligeramente la manga de su muñeca, y daba unos golpecillos con su dedo al reloj… Finalmente, se abrió la puerta, y al ver el rostro del Papa, nuestro hombre, débil y enfermo, sólo fue capaz de balbucear: «¡PAPA!, ¡PUPA!».
A buen seguro que habéis comprendido la intención de mi pequeña broma… La presión que se genera en ciertos momentos es muy grande. Por ello, quiero pediros a todos vuestra comprensión ante mi pequeñez, al mismo tiempo que vuestra buena voluntad en la acogida de las palabras de este pastor de la Iglesia. El factor mediático tan influyente en nuestros días, contribuye fácilmente a construir castillos en el aire, a ver gigantes donde sólo hay molinos, a engrandecer a quienes lejos de ser supermanes, tan sólo son unos peregrinos más en el camino de la vida; o tal vez, a juzgar como demonios a quienes simplemente comparten nuestra misma condición pecadora.
Por todo ello, permitidme que lo diga una vez más: me presento ante vosotros pobre y humilde, al mismo tiempo que consciente de la misión que he recibido de Cristo y de su Iglesia. Nada busco por mi cuenta y sólo le pido a Dios «acertar», ser instrumento suyo en la construcción de su Reino… Ser «instrumento», no más. Pero tampoco menos.
En un día como hoy y en las circunstancias presentes, he pensado compartir con vosotros el uso de la palabra… Me explico: Con motivo de mi nombramiento, he recibido muchísimos correos electrónicos y cartas. De entre éstas últimas, he elegido una, que me ha llegado especialmente al alma… Dice literalmente:
Estimado José Ignacio:
La paz y el amor de Jesucristo y la alegría de la Virgen María rebosen en tu corazón. Con tu reciente nombramiento como obispo de la diócesis de San Sebastián, quiero mostrarte mi acogida y cariño junto con esta tu tierra que te vio nacer. Es mi deseo que te encuentres en casa, acogido y amado como Pastor.
Tu nueva labor vaya ungida por el Santo Espíritu. Él te consolará y te dará la fuerza que viene de lo alto para mantenerte fiel a Dios y a la Iglesia. Jesús te dice: «No tengas miedo, Yo estoy contigo». Así pues, no temas, Dios está con nosotros…
Acuérdate cuando pastorees la grey del Señor, sobre todo, de los pobres, humildes y enfermos, aquellos que no tienen protector y sé un Padre amoroso para todos ellos. Hay mucha falta de cariño en los corazones, José Ignacio;, tú que lo recibes de Nuestro Señor, dáselo a los pobres y a los pequeños; y no te olvides de ninguno… ¡Sé reflejo humilde del Corazón de Jesús, siendo de todos y para todos!
Tú que tanto amas a la juventud, acuérdate de ellos y sé comprensivo con su debilidad, acogiéndolos con misericordia. Ellos necesitan acogida y compasión y un corazón que les comprenda, que les escuche y los acompañe.
Escucha, José Ignacio, escucha el clamor del pueblo sufriente y dolorido y alégrate, al mismo tiempo, con aquellos que se sienten amados infinitamente por Dios.
Los niños y los ancianos sean tu predilección; son débiles y dependientes y necesitan apoyarse. Utiliza tu báculo para ayudarles en sus necesidades.
Sobre todo, José Ignacio, cuenta con la gracia de Dios. La empresa es muy grande para un alma sencilla como la tuya, pero la gracia es aún mayor para llevarla a buen fin. No te faltará la oración de la Iglesia. Te tendré siempre presente en mis humildes oraciones y aquí me tienes cuando me necesites. Aprovecho para desearte una Feliz Navidad. Un entrañable recuerdo a tu amatxo. Ongi etorri zure etxera!
¡Da gusto tener unos fieles que le preparen la homilía al obispo! Recibo estos consejos y los hago míos, e intentaré llevarlos a la práctica en el ministerio pastoral.
Queridos fieles de Gipuzkoa: Me presento ante vosotros con pleno deseo y disposición de trabajar en nuestra Iglesia diocesana, de forma que todos juntos sirvamos a Cristo, nuestro Señor. Mi intención es la de entroncarme plenamente en el recorrido de nuestra diócesis, sumando mis esfuerzos al proyecto pastoral diocesano de una Iglesia al servicio del Evangelio. ¡No podría ser de otra manera! Caminaremos juntos, creciendo en comunión entre nosotros, en plena apertura y obediencia a las orientaciones de nuestro querido Papa, Benedicto XVI. ¡Confiamos plenamente en el ministerio del sucesor de Pedro!
Debemos ser cada vez más conscientes de que Dios quiere que compartamos nuestros talentos. Estamos llamados a discernir y a reconocer los dones que el Espíritu reparte entre nosotros, de forma que podamos trabajar para fortalecerlos y enriquecernos.
Os agradezco a todos esta acogida y este recibimiento, aunque me parece que es un tanto desproporcionado y que ha sido sobredimensionado por las circunstancias… Lo acojo y lo agradezco en la fe, sabiendo –y recordándooslo a todos– que es a Cristo a quien estamos recibiendo.
Al ver el calor de vuestra acogida, me he acordado del borriquillo que Jesús montaba aquel Domingo de Ramos en su entrada en Jerusalén. ¿Os imagináis qué ridículo hubiese hecho aquel asno si hubiese creído que aquellas aclamaciones y aquellos saludos estaban dirigidos a él, en vez de a quien llevaba sobre sus lomos? Le pido al Señor no ser tan «burro» como para engañarme así.
Me parece que todos, sin excepción, deberíamos aplicarnos la parte que nos corresponde en esta imagen de la entrada de Jesús en Jerusalén. ¡Qué absurdo hubiese sido que quienes salieron a las calles, aquel Domingo de Ramos, batiendo sus palmas y cantando cánticos de alegría, lo hubiesen hecho por el simple motivo de que el borrico les resultase simpático! ¿Y qué decir de los habitantes de Jerusalén, si se hubiesen resistido a recibir a Jesucristo, porque no les gustaba el asnillo sobre el que venía montado?
La moraleja y la conclusión de esta cuasi fábula que os he propuesto, es obvia: ¡El misterio de la Iglesia sólo cabe vivirlo en la fe y desde la fe! ¡Cualquier otra cosa, inevitablemente, nos conduciría a malas interpretaciones y a manipulaciones! Así nos lo recordó D. Juan María Uriarte en la homilía de su despedida: «La comunidad cristiana se mantendrá incólume si por la fe sabe identificar a Jesús presente y activo en medio de ella y tiene el coraje de confiar en Él “a fondo perdido”. Él es la fuerza de la Iglesia en todos sus momentos de debilidad, de prueba y de riesgo».
Oremos unos por otros, queridos hermanos. No lo digo como una frase hecha, sino con plena convicción de que es el camino para sanar heridas y para alcanzar la meta que perseguimos, que no es otra que dar gloria a Dios. Os pido que nos tomemos en serio esta llamada que os hago. La oración dirigida a la Virgen María será especialmente eficaz. ¡Bien sabemos de la capacidad que tienen las madres de congregar a sus hijos! Con frecuencia, cuando falta la madre, resulta casi imposible convocar a la familia; sin la madre aquello se convierte en un «desmadre». Pero nosotros… ¡tenemos madre!; y se llama «María». ¡Cada vez que pronunciemos con confianza este santo y bendito nombre –«¡María!»–, nos sentiremos más hermanos!
Agradezco de todo corazón a todos aquellos que habéis colaborado en la preparación de este acto. No os voy a citar uno a uno, porque seguro que caería en olvidos imperdonables. Gracias a cuantos han contribuido a facilitar las cosas, de muchas y diversas formas, allanando el camino de este pastor que os envía el Papa. ¡Dios os bendiga a todos vosotros y a vuestras familias!
El capítulo de los agradecimientos sería muy largo, y, por ello, voy a resumirlo de una forma muy sencilla: Agradezco a la Iglesia todo lo que he recibido de ella, de forma particular a esta diócesis de San Sebastián, en la cual nací a la fe y en la que fui feliz ejerciendo el ministerio sacerdotal. Gracias también a la diócesis de Palencia, que tendrá un hueco en mi corazón para siempre… ¿Y qué diré de mi familia? Sin su respaldo, difícilmente podría estar ahora aquí, dirigiéndoos estas palabras. Gracias a mi «amatxo» Inaxi, y a mi difunto «aita» Esteban, a quien hoy siento muy presente entre nosotros.
¡Querida Iglesia, querida familia, gracias a todos por todo! ¡Dios os bendiga
Alegría
Pues allí estuvimos. Y había cantidad de fieles, la Catedral estaba abarrotada, no cabía nadie más... y eso que con la nieve muchos dejaron de ir (pero muchos muchos)
Mi alegría se cifra no tanto en un supuesto revanchísmo, sino en que, gracias a Dios aún hay gente que hace caso a la Iglesia, en vez de a los medios de comunicación. Efectivamente, todos esos fieles que estaban allí, y más que no pudieron acudir, significa que aún hoy,m en la era de las tecnologías, hay files que depositan su confianza en la Iglesia, fundada por Cristo.
Alegrón
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