sábado, 31 de diciembre de 2011

Entre Dios y Elvis...

La madre Dolores transcurre las mañanas en el silencio, la oración y la contemplación. Rezar y trabajar, había escrito san Benito, por eso al rayar el alba ordeña la vaca y por las tardes cultiva el campo y cuida las hortalizas. Lo anterior sin descuidar la formación de sus novicias. El canto gregoriano es parte constitutiva de esta abadía femenina de la orden benedictina cuyas religiosas se despiertan con amor a mitad de cada noche para entonar himnos a Dios. ¿Y qué tiene que ver ella con Elvis Presey? Resulta que la vida de la madre Dolores no siempre fue ésta. Actriz famosa y reconocida en la década de los cincuentas y de los sesentas, con el nombre artístico de Dolores Hart -su verdadero apellido es Hicks-, compartió escena con los más famosos actores y cantantes de su época como Anthony Quinn, Gary Cooper, Ana Magnani o Elvis Presley. De hecho, en la película "Loving you" fue su primer papel, convirtiéndose en la primera actriz en ser la dama joven de Elvis Presley que también debutaba, con quien tiempo después filmaría, también, "King Creole", quedando así su imagen siempre ligada a ese cantante en la mente de los aficionados al cinematógrafo. Figuró en carteleras, revistas y anuncios publicitarios. No podía estar en lugares públicos ya que los admiradores hacían lo imposible por arrancarle un autógrafo. Curiosamente, Dolores estaba emparentada políticamente con el cantante y actor Mario Lanza, quien estaba casado con una tía de ella. . Ver escenas de su primer film: Al regresar de una gira de promoción de una de sus últimas películas, pide al chofer de su limousine dejarla delante de la abadía Regina Laudis, en Connecticut. Era el 13 de junio de 1963. La súper actriz de la Metro Goldwyn Mayer, Dolores Hart, dejaba el mundo del espectáculo e iniciaba ese otro mundo más pleno: el del seguimiento del llamado de Dios. Fue un ícono en los filmes de Elvis Claro que suponía un acto de abnegación de sus propios gustos y de muchos otras posibilidades abiertas. Tenía todo lo que podía desear: juventud, belleza, dinero, fama… Pero le faltaba esa paz que sólo se consigue cuando se es fiel a la conciencia. Le costó dejar a su novio, el emprendedor californiano Don Johnson, le costó dejar los foros, el maquillaje, los vestidos, le costó el nuevo anonimato. Le costó esa radicalidad que posiblemente hoy es menos comprendida por muchos creyentes católicos. Pero tenía viva la determinación de hacer la cosa justa, y eso fue lo que hizo: supo poner su corazón en el puesto justo o, mejor dicho, en Dios mismo. Cuando del L´osservatore Romano (18 de julio de 2008) le preguntaron si era feliz, la madre Dolores respondió: “antes de haber cumplido veinte años, en el convento me di cuenta que trabajar en el cine me daba menos felicidad que la que me esperaba aquí”. Ciertamente el itinerario de amor que ha seguido la hoy priora de novicias en la abadía Regina Laudis a Bethlehem, no ha sido un camino de rosas. En 1999 padeció una enfermedad neurológica poco común que la dejó sin posibilidad de caminar, hablar y comer por un tiempo. Pero tuvo fe, se tomó de la mano de Jesús y salió victoriosa. La historia de la madre Dolores es de esas que llegan al fondo de nosotros mismos. Que nos pregunta y exige una respuesta reflexiva, honda, hecha práctica. Y es que, como ella misma dice “Una relación viva y personal con Cristo es necesaria para entender que su presencia es la única cosa verdaderamente real y verdaderamente hermosa en nuestra propia vida”.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Satanás zarandea la Iglesia...de verdad

Cuando Pablo VI dijo que el humo de Satanás se había filtrado en la Iglesia ya sabía lo que decía. Han sido Juan Pablo II y Benedicto XVI, en las homilías de Fátima, quienes dijeron que es "en" la Iglesia donde está su verdadero enemigo. Almas consagradas que parecen diablos vestidos de corderos...horroroso. Por todo esto, siempre os dogo, rezad por la Iglesia, por los curas. Y muchos sacrificios, pequeños, pero reales... Obispo y jefe de una “banda”. Se sospecha que el religioso Philippe Bär (que durante un decenio dirigió la diócesis más importante de los Países Bajos, de 1983 a 1993) ofreció apoyo organizativo a una asociación cuya finalidad era la de abusar sexualmente de menores. Además, habría formado parte de este nefasto grupo. En 1993, el jefe de la diócesis de Rotterdam dejó improvisamente su puesto para retirarse en la abadía benedictina de Chevetogne, Bélgica. En Holanda, la tormenta sobre la Iglesia se abata con cada vez más fuerza. Después de la situación irlandesa, se añade la presencia de Holanda en el “clero infiel”. Antes las increíbles conclusiones de la comisión independiente sobre la pederastia (uno de cada cinco niños que entraron en contacto con insituciones eclesiásticas), ahora los cargos de abusos sexuales en contra del obispo emérito de Rotterdam. Es decir, la Iglesia holandesa no logra a detener los escándalos. En agosto, una comisión había propuesto propuesto compensar a las víctimas y los obispos aprobaron con una votación las soluciones identificadas. El costo total de las indemnizaciones superará los 5 millones de euros. La indemnización será calculada «con base en la gravedad del abuso cometido», especifica el episcopado holandés. Desde hace dos años, la Iglesia de los Países Bajos está sufriendo graves heridas por el escándalo de la pederastia. Una investigación gobernativa censó miles de casos de abusos llevados a cabo dentro de las Isntituciones religiosas, muchos de los cuales han llegado a las aulas de los tribunales. A partir de los abusos de un colegio católico de la ciudad de 's-Heerenberg. Los obispos de los Países bajos reconocen públicamente que es necesario «recuperar la confianza», haciendo justicia para sanar a las víctimas. Los «grandes errores de la dirección de la Iglesia pueden haber minado la credibilidad», por ello «los obispos y los superiores de las órdenes deben asumir sus propias responsabilidades y afrontar las críticas». En total, están involucradas 137 personas, entre religiosos y religiosas. Las denuncias describen el ambiente de desamparo y de miedo que hacía difícil que las víctimas denunciaran públicamente los hechos. La Santa Sede pretende que el episcopado nacional establezca una línea completamente dirigida hacia la transparencia después de años de políticas poco claras en Holanda. Así pues, el escándalo de la pederastia está ahogando a la Iglesia “liberal”, el laboratorio que, con su “catecismo ultramoderno” y con la interpretación progresista del Concilio Vaticano II, pretendía modernizar la fe y hacer que hubiera un poco de aire nuevo en los Palacios Sacros. De 1945 a 2010 en Holanda, decenas de miles de niños sufrieron abusos sexuales en instituciones eclesiásticas y centros católicos. La comisión de investigación independiente, dirigida por el exministro Wim Deetman, ha llegado a una conclusión impresionante: son 800 las personas que han sido identificadas como responsables de los abusos (sacerdotes y personal laico), de las que 150 siguen con vida. Un menor de cada cinco de los que tuvieron algún tipo de relación con las estructuras de la Iglesia holandesa entre 1945 y 2010 sufrió abusos. Por ello, se cumple la “profecía” de Benedicto XVI. En la carta a los católicos de Irlanda, el Papa había indicado que entre las causas de los abusos está el alejarse de la Tradición: «Muy a menudo, las prácticas sacramentales y devocionales que sostienen la fe y la hacen capaz de crecer, como por ejemplo la recuente confesión, la oración cotidiana y los retiros anuales, han sido desatendidas. También fue determinante en este período la tendencia, incluso de sacerdotes y religiosos, de adoptar formas de pensar y de juzgar de las realidades seculares sin suficiente referencia al Evangelio». Hace pocos días se hizo pública la noticia “shcok” del sacerdote salesiano holandés de 73 años (se conocen solo las iniciales: el padre van B.) que llegó a las páginas de los periódicos porque declaró que pertenecía a la Martijn, una asociación legalmente reconocida en Holanda y que sostiene las reladiones pederastas: «Son perfectamente legítimas», dicen, «aunque sean discriminadas en la socieda». Van B. no era el único que sostenía la legitimidad de la pederastia, sino también el padre Herman Spronck, superior de los salesianos en Holanda, cuya entrevista con Rtl News sigue haciendo enloquecer internet. El padre Spronck, en resumen, apoyaba a van B. y sostiene que, si el niño aprueba la relación sexual con un adulto, es legítima. Dice «Depende del niño. Nunca hay que entrar en el espacio personal del niño si este no lo consiente. Pero hay niños que indican, ellos mismos, que es admisible. En este caso incluso un contacto sexual es posible». El padre Spronck da detalles del seminario en el que él, con otros tantos sacerdotes holandeses, estudió durante los años 50 y 60. Dice que todos eran varones y que nunca veían chicas, «y, por ello, era normal que nacieran ciertas tendencias». La noticia llegó inmediatamente desde Holanda hasta Roma. Y provocó una dura reacción de la curia generalicia de los salesianos, que condenó las declaraciones de Spronck diciendo,en una nota, que «el pleno y total respeto de los niños, chicos y jóvenes sigue siendo, para nosotros, una elemento fundamental e irrenunciable». E incluso: «Ser miembro de tal asociación es absolutamente incompatible con los principios y los valores de la tradición salesiana». En la Iglesia holandesa hay pocos que apoyan la legitimidad de la postura de los dos salesianos holandeses. El debate está más abierto que nunca ( y cobra matices ásperos) sobre el génesis teológico e histórico de la postura de los religiosos. La pregunta es solo una: ¿cómo es posible que hombres de la Iglesia sostengan que la pederastia es algo legítimo? El cardenal Bernard Jan Alfrink, arzobispo de Utrecht, fue el que publicó (con el apoyo de diferentes teólogos, como el dominico Edward Schillebeeckx) un nuevo catecismo con grandes aperturas en muchos temas: homosexualidad, aborto, prácticas anticonceptivas, sacerdocio para las mujeres, celibato de los sacerdotes. Para otros, en cambio, estas posturas (que no pueden ser compartidas de ninguna manera) indican a una Iglesia que no elude ciertos problemas y que quiere hablar al respecto. Hasta hace pocos mesos, el principal intérprete de esta Iglesia abierta al mundo y a su espíritu era Adrianus Herman van Lyun, obispo de Rotterdam. El 18 de enero, el Papa aceptó su renuncia por haber cumplido el límite de edad. Mientras, el costo total de las indemnizaciones ya acordadas superará los 5 millones de euros

Felicidades!!!

Con este versión muy acertada (a mi parecer) os deseo, yo también: MUCHAS FELICIDADES!!!!!

Concilio Vaticano II

No tengáis miedo a la longitud del texto, pues es muy importante el tema. ¿De qué va? Pues del grado de adhesión que debemos al Concilio Vaticano II. Como no se os escapa, el Concilio fue una bendición, pero también a partir de él, y precisamente por la incorrecta recepción del mismo, han existido interpretaciones erróneas. Por tanto ¿cómo hemos de recibir el Concilio? Pues aquí tenéis: El quincuagésimo aniversario, ya próximo, de la convocatoria del Concilio Vaticano II (25-XII-1961) es motivo de celebración, pero también de renovada reflexión sobre la recepción y aplicación de los documentos conciliares. Además de los aspectos directamente más prácticos de esta recepción y aplicación, con sus luces y sombras, parece oportuno recordar también la naturaleza de la debida adhesión intelectual a las enseñanzas del Concilio. Aún tratándose de doctrina bien conocida y de la que se dispone de abundante bibliografía, no es superfluo recordarla en sus rasgos esenciales, teniendo en cuenta la persistencia de perplejidades manifestadas, incluso en la opinión pública, en relación con la continuidad de algunas enseñanzas conciliares respecto a las precedentes enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. Ante todo no parece inútil recordar que la intención pastoral del Concilio no significa que éste no sea doctrinal. Las perspectivas pastorales de hecho se basan en la doctrina, como no podría ser de otro modo. Pero sobre todo es necesario recalcar que la doctrina se orienta a la salvación; su enseñanza es parte integrante de la pastoral. Además, en los documentos conciliares es obvio que existen muchas enseñanzas de naturaleza puramente doctrinal: sobre la Revelación divina, sobre la Iglesia, etcétera. Como escribió el beato Juan Pablo II, “con la ayuda de Dios, los padres conciliares, en cuatro años de trabajo, pudieron elaborar y ofrecer a toda la Iglesia un notable conjunto de exposiciones doctrinales y directrices pastorales” (Constitución Apostólica Fidei depositum, 11-X-1992, Introducción). La debida adhesión al Magisterio El Concilio Vaticano II no definió ningún dogma, en el sentido de que no propuso mediante acto definitivo ninguna doctrina. Sin embargo, el hecho de que un acto del Magisterio de la Iglesia no se ejerza mediante el carisma de la infalibilidad no significa que pueda considerarse “falible” el sentido de que transmita una “doctrina provisional” o bien “opiniones autorizadas”. Toda expresión de Magisterio auténtico hay que recibirla como lo que verdaderamente es: una enseñanza dada por los Pastores que, en la sucesión apostólica, hablan con el “carisma de la verdad” (Dei Verbum, n. 8), “revestidos de la autoridad de Cristo” (Lumen gentium, n. 25), “a la luz del Espíritu Santo” (ibid.). Este carisma, autoridad y luz ciertamente estuvieron presentes en el Concilio Vaticano II; negar esto a todo el episcopado cum Petro y sub Petro, reunido para enseñar a la Iglesia universal, sería negar algo de la esencia misma de la Iglesia (cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Mysterium Ecclesiae, 24-VI-1973, nn. 2-5). Naturalmente no todas las afirmaciones contenidas en los documentos conciliares tienen el mismo valor doctrinal y por lo tanto no todas requieren el mismo grado de adhesión. Los diversos grados de adhesión a las doctrinas propuestas por el Magisterio fueron recordados por el Vaticano II en el n. 25 de la Constitución Lumen gentium, y después sintetizados en los tres apartados añadidos al Símbolo niceoconstantinopolitano en la fórmula de la Professio fidei, publicada en 1989 por la Congregación para la Doctrina de la Fe con la aprobación de Juan Pablo II. Las afirmaciones del Concilio Vaticano II que recuerdan verdades de fe requieren, obviamente, la adhesión de fe teologal, no porque hayan sido enseñadas por este Concilio, sino porque ya habían sido enseñadas infaliblemente como tales por la Iglesia, mediante un juicio solemne o mediante el Magisterio ordinario y universal. Así como requieren un asentimiento pleno y definitivo las otras doctrinas recordadas por el Vaticano II que ya habían sido propuestas con acto definitivo por precedentes intervenciones magisteriales. Las demás enseñanzas doctrinales del Concilio requieren de los fieles el grado de adhesión denominado “religioso asentimiento de la voluntad y de la inteligencia”. Un asentimiento “religioso”, por lo tanto no fundado en motivaciones puramente racionales. Tal adhesión no se configura como un acto de fe, sino más bien de obediencia no sencillamente disciplinaria, mas enraizada en la confianza en la asistencia divina al Magisterio y, por ello, “en la lógica y bajo el impulso de la obediencia de la fe” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum veritatis, 24-V-1990, n. 23). Esta obediencia al Magisterio de la Iglesia no constituye un límite puesto a la libertad; al contrario, es fuente de libertad. Las palabras de Cristo: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lc 10,16) se dirigen también a los sucesores de los Apóstoles; y escuchar a Cristo significa recibir en sí la verdad que hace libres (cfr. Jn 8,32). En los documentos magisteriales puede haber también – como de hecho se hallan en el Concilio Vaticano II – elementos no propiamente doctrinales, de naturaleza más o menos circunstancial (descripciones del estado de las sociedades, sugerencias, exhortaciones, etc.). Tales elementos deben acogerse con respeto y gratitud, pero no requieren una adhesión intelectual en sentido propio (cfr. Instrucción Donum veritatis, nn. 24-31). La interpretación de las enseñanzas La unidad de la Iglesia y la unidad en la fe son inseparables, y esto comporta también la unidad del Magisterio de la Iglesia en todo tiempo en cuanto intérprete auténtico de la Revelación divina transmitida por la Sagrada Escritura y por la Tradición. Ello significa, entre otras cosas, que una característica esencial del Magisterio es su continuidad y homogeneidad en el tiempo. La continuidad no significa ausencia de desarrollo; la Iglesia, a lo largo de los siglos, progresa en el conocimiento, en la profundización y en la consiguiente enseñanza magisterial de la fe y moral católica. En el Concilio Vaticano II hubo varias novedades de orden doctrinal: sobre la sacramentalidad del episcopado, sobre la colegialidad episcopal, sobre la libertad religiosa, etc. Si bien ante las novedades en materias relativas a la fe o a la moral no propuestas con acto definitivo es debido el religioso asentimiento de la voluntad y de la inteligencia, algunas de ellas fueron y siguen siendo objeto de controversias sobre su continuidad con el Magisterio precedente, o bien sobre su compatibilidad con la Tradición. Frente a las dificultades que pueden encontrarse para entender la continuidad de algunas enseñanzas conciliares con la Tradición, la actitud católica, teniendo en cuenta la unidad del Magisterio, es la de buscar una interpretación unitaria en la que los textos del Concilio Vaticano II y los documentos magisteriales precedentes se iluminen recíprocamente. No sólo hay que interpretar el Vaticano II a la luz de documentos magisteriales precedentes, sino que también algunos de éstos se comprenden mejor a la luz del Vaticano II. Ello no representa ninguna novedad en la historia de la Iglesia. Recuérdese, por ejemplo, que nociones importantes en la formulación de la fe trinitaria y cristológica (hypóstasis, ousía) empleadas en el Concilio I de Nicea se precisaron mucho en su significado por los Concilios posteriores. La interpretación de las novedades enseñadas por el Vaticano II debe por ello rechazar, como dijo Benedicto XVI, la hermenéutica de la discontinuidad respecto a la Tradición, mientras que debe afirmar la hermenéutica de la reforma, de la renovación en la continuidad (Discurso, 22-XII-2005). Se trata de novedades en el sentido de que explicitan aspectos nuevos, hasta ese momento no formulados aún por el Magisterio, pero que no contradicen a nivel doctrinal los documentos magisteriales precedentes, si bien en algunos casos – por ejemplo, sobre la libertad religiosa – comporten también consecuencias muy distintas a nivel de las decisiones históricas sobre las aplicaciones jurídico-políticas, vistos los cambios en las condiciones históricas y sociales. Una interpretación auténtica de los textos conciliares puede realizarse sólo por el propio Magisterio de la Iglesia. Por ello en la labor teológica de interpretación de las partes que, en los textos conciliares, susciten interrogantes y parezcan presentar dificultades, es preciso sobre todo tener en cuenta el sentido según el cual las intervenciones magisteriales sucesivas hayan entendido tales partes. En cualquier caso, siguen siendo espacios legítimos de libertad teológica para explicar de uno u otro modo la no contradicción con la Tradición de algunas formulaciones presentes en los textos conciliares y, por ello, para explicar el significado mismo de algunas expresiones contenidas en esas partes. Al respecto, no parece finalmente superfluo tener presente que ha pasado casi medio siglo desde la conclusión del Concilio Vaticano II, y que en estas décadas se han sucedido cuatro Romanos Pontífices en la cátedra de Pedro. Examinando el Magisterio de estos Papas y la correspondiente adhesión del Episcopado a él, una eventual situación de dificultad debería transformarse en serena y gozosa adhesión al Magisterio, intérprete auténtico de la doctrina de la fe. Esto debería ser posible y deseable aunque permanecieran aspectos racionalmente no comprendidos del todo, dejando abiertos en cualquier caso los legítimos espacios de libertad teológica para una labor de profundización siempre oportuna. Como ha escrito Benedicto XVI recientemente, “los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado” (Motu propio Porta fidei, n. 4)

martes, 13 de diciembre de 2011

Villancico

Precioso este villancico que me han enviado un seguidor del Blog. Que lo disfrutéis.

NAVIDAD 2011 from sietefm on Vimeo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

La verdad seduce

Otra vez! Sí, otra vez. he tenido el gozo de predicar a jóvenes... y como otras veces, son capaces de oír la verdad...aunque sea exigente! Y, es que la intuyen en el fondo de su corazón. Palabras tan evangélicas como: pureza, pobreza, sinceridad, adoración...Dios! resulta que están en el fondo de su corazón, y las reconocen como dentro de su propio patrimonio afectivo-intelectual. Luego, es verdad, que no saben cómo llevarlo a la práctica...incluso les parece difícil... o muy difícil. Pero escuchan con atención e interés. Y reconocen una llamada original y genuina... Hemos de no tener miedo a predicar "todo" el evangelio. No sólo lo que pensamos que caerá bien. Sino todo. Es verdad que a los mayores hay coas que no les gusta oír (no a los jóvenes). Pero si no les gusta porque, precisamente, ya han elegido en su corazón: no se puede...y viven en el descontento o la resignación de no haber saboreado esa riqueza tan, tan...evangélica.