jueves, 25 de julio de 2013
El descarrilamiento y el Apóstol
Vayan por delante mis oraciones. Para los muertos, y para los familiares. Les he encomendado sinceramente en Misa.
¿Dónde estaba el santo en el accidente? Es una pregunta recurrente. En otras tragedias ha pasado lo mismo: Haití, Lorca, 11 M, 11 S... y en cualquiera de ellas ¿dónde estaba Dios?
Pero creo que pregunta se queda corta, pues... ¿qué celebramos el día de Santiago? Lo que celebramos exactamente es la muerte de uno de los Doce discípulos de Cristo. Es decir, que su amistad con Cristo NO le salvó la vida ¿dónde estaba Cristo en la hora de su ejecución? ¿Le sirvió de algo rezar? ¿Para qué? Pero ¿no es verdad que es lo mismo que con cualquiera de los mártires de la Iglesia? Rezaron y... NO se salvaron.
Podemos ir más allá aún, no tengamos miedo de ir hasta el final. No nos quedemos en el umbral, entremos hasta el fondo. ¿Qué hacemos los cristianos adorando a un hombre crucificado? ¡Una víctima que no pudo salvarse a sí misma! (cfr. Mt 27,40) ¿Le sirvió de verdad el rezar antes de su pasión? ¿Para qué?
Creo que intentar responder estas preguntas a la hora de la muerte es muy difícil, pues Cristo no es un Dios para los muertos sino de vivos (cfr. Mt12,27). Cristo tiene sentido si se le entiende a lo largo de nuestras vidas, pero no si lo apartamos hasta la hora de la muerte. Con Él toda la vida adquiere sentido... y con ella, la muerte. Pero la muerte no es el final, sino el paso a la Vida definitiva. Ese paso que está condicionado por toda nuestra existencia, no sólo al último momento.
Estoy firmísimamente persuadido de que Dios está SIEMPRE con nosotros, no solo en nuestras penas. Pero también veo que quien no consigue descubrirle en el día a día, le será muy difícil descubrirle en las penas, la muerte o en el dolor (sin querer decir que sea imposible).
Por esto celebramos a Santiago, los mártires y a Cristo porque sus muertes reflejan y sellan toda una existencia. Muerte como las de cualquier mártir de la Iglesia que con una sola negación (no soy cristiano) podía librarles de la muerte, pero precisamente su ¡sí! hizo que toda su vida tomara otra fuerza y lectura.
Nuestro Dios está vivo... Quizás por esto mismo es más difícil encontrarle en la muerte. Y quizás también por esto nos ha dejado la Cruz... y la Resurrección, para recordarnos que SIEMPRE ESTÁ. Incluso en lo absurdo de la muerte. Pero Él es precisamente más fuerte que ese absurdo. Mas poderoso que la misma muerte, pues Él es LA VIDA misma.
Esta idea creo que se puede ver de modo positivo. Dándole la vuelta a la cuestión. Cuando he visto a padres con sus hijos recién nacidos en sus brazos casi todos hablaban de ¡milagro! Pues la vida es eso: un milagro, no se puede entender es tan...¡alucinante! Pero en ese momento de tanta alegría que trae un hijo, un bebe, no nos hace caer en la cuenta del grandísimo misterio de la vida. La alegría nos lo oculta (bendita alegría). y de su incomprensibilidad, ¿por qué estamos vivos? ¿Por qué existo yo? ¿Por qué es todo tan bonito?
Que el Dios de la Vida nos acoja a todos en su seno!
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Sinceramente. !espléndido! su comentario. Es muy difícil explicar lo que ha hecho con tanta claridad y profundidad. Me ha dado muchas "luces". Mil gracias.
ResponderEliminarD.Iñigo,gracias por tu escrito.BUENISIMO!!NOS AYUDAS MUUUCHOOO!!!!
ResponderEliminarMuy buen artículo ,efectivamente sin Dios no se entienden las cosas, continuamente Dios nos está dando sorpresas que no las entendemos y el saber descubrirle alli es lo dificil pero con los ojos de la fe se va consiguiendo.
ResponderEliminarDios sabe lo que hace y porque lo hace...aunque a veces no entendamos ni papa.
ResponderEliminarMuy bueno!
ResponderEliminarMuy, muy bueno y profundo..
ResponderEliminarInteresante, gracias; aunque se va un poco por las ramas.
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