El otro día estuve en mi pueblo. Allá tienen un curilla mayor, d esos que no llaman la atención...¡pero qué gran cura!
El caso es que tiene ahora una enfermedad que no saben qué le ocurre, se está quedando sin movimiento a marchas forzadas. Ya no puede hacer nada por sí mismo. Han de limpiarle la nariz, darle de comer, sugetarle el teléfono, cambiarle, asearle.... vamos, todo.
Por la noche duerme un poco, pero me cuenta que se despierta porqe no puede cambiar de postura y le incomoda bastante. Me comentaba, con toda la naturalidad del mundo, que se acordaba de Jesús, que Él tenía una corona de espinas, y é en definitiva una almohada. ¿Qué os parece? Grande!!! muuuyyy grande.
Se nos ha olvidado el valor de ofrecer las cosas a Cristo... Él nos redimió con dolor, hasta dar toda su sangre. Antonio, que así se llama el sacerdote, ofrece sus incomodidades a Cristo por la Iglesia... eso es lo más revolucionario que hay, pues es lo mismo que hizo Cristo: "esta es mi sangre derramada por vosotros"
¡Ojalá aprendamos, los cristianos!
LA VERDAD ES QUE NO EXAGERAS NI UN PELO. ES EN EL DÍA A DÍA DONDE UNO DEMUESTRA SU SANTIDAD. Y DON ANTONIO, AUNQUE NO SEA RECONOCIDO A NIVEL OFICIAL (¡ A ÉL LE PARECERÍA UNA ABERRACIÓN!)SEGURO QUE A LOS OJOS DE DIOS YA ES UN SANTO.
ResponderEliminarSe agradece la noticia. Empezamos a estar hartos de escuchar como noticiable "solo" errores de curas. Todavía recuerdo aquello de: "hace más ruido un cura que se equivoca, que mil que lo haben bién a diario". Pues eso: ¡Ánimo Antonio, y a tantos y tantos curas anónimos que se desgastan y ofrecen su vida propagando el Evangelio, y no salen en la tele...!
ResponderEliminarEso que hace D. Antonio ahora no se improvisa ¡¡es el resultado de toda una vida!! Ojalá aprendamos. Ejemplos como el de él ayudan mucho...
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