jueves, 3 de enero de 2013

La verdad...

La verdad debe ser patrimonio seguro en el comportamiento del cristiano. No puede ser de otra manera cuando confesamos a Cristo que la Verdad, el Camino y la Vida. Es verdad que no siempre hay que decir todo lo que se piensa: que vemos más viejo, o gordo a alguien, no hace falta decirlo... o que el peinado es ridículo. Estas cuestiones y cosas así, sin importancia, hay que ahorrarlas. No merece la pena decirlas, es mejor salir por peteneras, pues son minucias donde merece la pena que permanezca la caridad. Sin embargo en cuestiones de importancia hay que decirla. Cuando estamos tratando de temas graves, hay que agotarla, (con caridad) pero la verdad. Que existe un infierno, hay que decirlo. Que hay cosas que ofenden gravemente a Dios, hay que decirlo, que hay conductas desordenadas graves, hay que decirlo,... hay Verdades que si no las defendemos somos cómplices del enemigo. Otra cosa es cómo defenderlas. A veces con un clamoroso silencio, queda clara nuestra postura... otras con un mero balanceo de la cabeza... y otras habrá que hablar claro y alto. Eso no lo dará el sentido común, por conocer las circunstancias concretas. De lo contrario sería hacer lo que Jesús condena: ser pastores mudos.

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