miércoles, 15 de mayo de 2013

Volver a empezar!

Como si nada! Qué difícil es eso, verdad? Pero eso es lo que nos pide el Señor. Empezar, otra vez, a amar al Señor, como si nada nos lo impidiese...que, de verdad, nada hay que nos lo impida, son todos problemas que inventamos. Así que ahora se puede empezar a amar a Dios sobre todas las cosas!!

4 comentarios:

  1. Quizás es que hemos vuelto, como Iglesia, a caer en los mismos errores que los fariseos a los que tanto denunciaba Jesús. Quizás ponemos demasiadas cargas, trabas, normas, leyes y reglamentos que impiden el acercamiento personal e íntimo con un Cristo personal y vivo que nos espera con los brazos abiertos y que como a Pedro, la Magdalena, el ´buen ladrón, la samaritana, etc nunca les humilló obligándoles a someterse a un ritual de perdón-confesión, sino que les regaló su perdón sin nada que decir, y como el buen padre se arrojó a su cuello y les abrió su casa y su corazón. A veces olvidamos lo principal, lo básico, lo único que justifica todo "La persona de Cristo" y su acceso, en vez de facilitarlo, lo subordinamos y condicionamos a demasiados requisitos a veces y para muchos grandes alejados difíciles de cumplir aunque su corazón arda en deseos de ser perdonados, de levantarse de la pocilga y de comer algarrobas y volver a la casa del Padre. Y sin discursos, sin listado de pecados ni alardes de memoria y autohumillación decirle como Pedro; "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero".

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  2. ¿Qué propones? ¿El yo me confieso con Dios?
    " ¡Qué manío ¡"

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  3. En absoluto. Yo no me aparto de la doctrina católica y el "yo me confieso con Dios", hoy por hoy no se admite. Lo que quiero señalar es que los fundamental es el Sacramento de la reconciliación, no la forma, estética o modelo que impongamos a ese sacramento. Hoy hay cierta confusión entre los fieles que tratan de ser coherentes y fieles al magisterio entre confesión individual, confesión general, sacramento comunitario de la penitencia, etc. Todas ellas se realizan en el seno de nuestras Iglesias y con el conocimiento de nuestros Obispos, pero ¿son todas válidas? y si no lo son ¿debieran serlo?, ¿dónde ponemos el acento y dónde debemos ponerlo?, ¿en el dolor de los pecados y el firme propósito de la enmienda o en el ejercicio memorístico, en ocasiones psicológicamente verdaderamente difícil o casi imposible para muchas personas, de decir, verbalizar en voz alta TODOS nuestros pecados y miserias. En el Evangelio yo no veo a Cristo preguntar a nadie qué ha hecho como condición para absolverlos, tan sólo se fija en su fe. A Pedro, por ejemplo, no le pregunta qué hizo, cuántas veces ni por qué, tan solo le pregunta si le ama. Y Pedro se confesó con el mismo Jesús no el sólo consigo mismo. Lo mismo ocurre en el modelo que el mismo Cristo nos ofrece; el hijo pródigo. 1º.- El hijo ni tan siquiera está arrepentido, tan solo quiere volver a disfrutar de una vida mejor que había perdido, en ningún momento se siente dolido por el daño causado a su padre, pero éste al verlo se echa a su cuello y no le deja hablar, no le pregunta dónde ni con quién ha corrompido su alma, tan solo le ama y le perdona, sin preguntas, sin condiciones, sin formalidades. A esto me refiero. Creo que hace falta que en la Iglesia nos replanteemos la forma de este Sacramento para que cada uno no lo interprete a su modo. Conozco de todo, quienes aborrecen las confesiones generales, quienes las hacen con las formalidades más o menos exigidas, respetando la letra casi de puntillas y quienes, por el contrario, aborrecen la confesión individual y nunca entran en el confesionario obligando a sus parroquianos a asistir a una confesión general solo tres veces al año. Yo creo que todas debieran tener cabida porque las "formas" debieran adaptarse a la mano como un guante y no al revés, porque no está hecho el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre, porque Cristo no se dejo crucificar para que nuestra redención se filtre por los estrechos parámetros del "tradicional listado de pecados que si por vergüenza humana, natural y explicable, no dices, NO TE SIRVE DE NADA. Creo que la mejor confesión que se puede decir a un sacerdote, ministro de Cristo y Cristo mismo cuando está en el confesionario, no son nuestras vergüenzas sino tan solo, con el corazón en el alma; "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero, perdóname porque soy un pecador". Otra cosa es quien haya cometido un aborto que por su excomunión debiera acudir al Obispo. (Pero a esto no me refería). Un saludo. Shalom!

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  4. Schlomo tienes blog,si no es así te ánimo a que crees uno.

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