viernes, 9 de agosto de 2013
El derecho, la justicia... y mi santa voluntad?
Que hemos perdido el oremus, no es noticia. El problema está en que no sabemos dónde situar la solución... ese es el mayor problema.
Ya no distinguimos entre el derecho, lo justo y "mis apetencias". Me explico.
Se ha perdido la recta noción de qué es "lo justo", y por tanto el derecho (esos artículos que pretenden expresar con normas qué es lo justo) no responde a lo verdaderamente justo... y ¿a qué responden exactamente esas normas? Pus ahora mismo estamos en un momento de transición, donde se están desgajando de los "debido" hacia el capricho de cada cual... es decir, que el derecho estaría para respaldar, proteger o promover todo aquello a lo que "creo" que tengo derecho... Por eso si creo que puedo abortar, no me lo pueden negar; o casarme con dos del mismo o diferente especie o género (todo llegará) me lo han de conceder; si creo que tengo derecho a que terminen con mi vida ¿por qué no?; si creo que tengo derecho a que me paguen los libros, me los han de pagar; si creo que tengo derecho a ...
El problema no está en las reivindicaciones que hagamos, sino en dónde se apoyan, en qué se basan. ¿En mi capricho, auto realización? O en la común dignidad humana que es igual para todo hombre y mujer, y por tanto los derechos que se derivan de ahí son iguales para todos y por tanto inalienables. Pero si se basan en mis caprichos o deseos.. nunca será iguales, se discriminará en base a los mas fuertes o a los más influyentes... no a la verdad o lo debido... independientemente del número de personas que los reivindiquen.
Si no sabemos que es lo bueno, lo justo, lo debido, el derecho no existirá.
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Un tema para escribir toda una tesis. La justicia y la ley no es lo mismo. La ley, se dice, es expresión de la voluntad popular, pero todos sabemos que no es cierto. La ley es fruto del juego de intereses económicos de los partidos políticos y de sus servidumbres ideológicas. La ley ya no es expresión del derecho natural. De esos principios de lo justo, lo moral, lo honesto, que todos llevamos impresos en el corazón por nuestra condición de hijos de Dios. El relativismo moral, la libertad sexual, el materialismo y el consumismo atroz nos ha hecho perder nuestra condición de hijos de Dios para convertirnos en esclavos del consumismo, en mano de obra (sacrificable) al servicio del Nuevo Orden en el que Dios no tiene sitio porque quien lo gobierna es satanás.
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