A veces pensamos que las cosas son como son... y no hay más posibilidades que aceptarlas así. Esto en parte es verdad, pero en parte es falso, pues nos hemos olvidado del poder de la oración, y de la sed de Dios que hay en el corazón del hombre. Demasiadas veces con nuestras urgencias asfixiamos los ritmos de la gracia de Dios, a unos los busca a la hora tercia, otros a la sexta y a otros a la nona... al buen ladrón lo llamó cinco minutos antes de morir...
¡¡que fort!!
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