miércoles, 16 de mayo de 2012

Santificarás las fiestas

Quizás una de las notas que caracterizan a la cultura occidental sea el papel que tiene en ella el ocio. En una sociedad en la que el trabajo absorbe la mayor parte de las energías del día, de la vida de una persona, no es de extrañar que la gente no busque más que descansar, liberarse o desahogarse del activismo al que está sometido durante la semana, —un frenesí que no le permite, siquiera, dedicar las suficientes energías a lo más importante: la familia—. De ahí que el fin de semana, o los planes de descanso, son como poco, una huída de lo cotidiano, como un querer olvidarse de lo cotidiano. Por esto para liberarse de esa rutina mortal, cae en otras nuevas rutinas esclavizantes, como el consumismo, o el tummbing del fin de semana… A nivel meramente humano, se puede celebrar un cumpleaños, por el que doy gracias por el mero hecho de estar vivo; o la fecha de la boda, en la que conmemoro el feliz encuentro con una persona que ha sido crucial para mi propia existencia; una defunción, por la que agradezco haber conocido una persona, vital en mi vida… Todas ellas tienen la capacidad de romper la rutina en mi vida. Pero hay algo real ahí… ¿algo fundamental? Para muchos, una fiesta de verdad es una fiesta de mayor calibre que las otras, a modo de las de fin de año. Podría definirse como las de un fin de semana normal pero… con el doble de gasto (vestido, cena y copas)… A lo que nos invita el Señor con este mandato no es el escapismo del no hacer nada, o el de dejar a nuestros instintos desatados durante un par de días para luego volver a la anestesiante normalidad. Tampoco a la constatación de un mero paso de efemérides más o menos significativas… sino a una auténtica Celebración. Por celebración se refiere la Iglesia a la conmemoración de “algo” que realmente sea fundante, ¡realmente nuevo! para mi vida. Algo en lo que me pueda re-crear. Volver sobre ello para edificar mi vida, como un momento de salvación: de alegría, de esperanza, de comunión con los demás. Algo realmente nuevo, y a la vez eterno, de tal modo que pueda recurrir siempre a ella…. ¿qué puede ser eso? El Señor quiere que celebremos semanalmente la Fiesta de nuestra salvación. Aquella por la que podemos dar razón de lo más importante de nuestra vida: la muerte no existe, por una razón muy sencilla: Dios —el Todopoderoso— me ama

2 comentarios:

  1. El día que descubres y tomas conciencia realmente,de que DIOS te ama,vives la vida desde otra perspectiva :D

    Un cariñoso saludo.

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  2. Creo que sería necesario que recuperásemos el sentido y valor de la Misa dominical, como celebración gozosa y vivificadora. A veces caemos en el error de decir; vamos a tal iglesia y así "nos quitamos" la misa y podemos divertirnos. La Misa la enfocamos como un paréntesis ajeno a nuestra realidad, como una obligación pesada que nos impone la Iglesia para aguarnos el domingo. No hemos entendido nada, pero porque generalmente no nos lo han explicado, porque falta una catequésis de lo que es la Misa. De quién nos espera y para qué. Por eso creo que sería bueno lo que me señaló un sacerdote Leonés que solían hacer; una vez cada cierto tiempo celebraban el día de "La Misa sin prisa", para degustar y saborear la liturgia y rumiar la palabra con calma, en paz, sin reloj ni obligaciones mundanas. Disfrutando de la presencia de Él en medio de nosotros.

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