martes, 15 de febrero de 2011

Confiésate!


Como muy poca gente haba de ella, yo lo hago, pues Dios mismo no va a cambiar sus promesas por el triste hecho de que a nosotros no nos apetezca cumplirlas. La confesión sigue siendo el medio pensado por Dios para perdonarnos, no el que nosotros elijamos. Confesarse, hay que confesarse... a poder ser una vez cada 15 días....(o más)

¿Por qué?

a) La sangre de Cristo ha caído sobre nuestra alma, purificándola y santificándola. Por eso los santos, que habían recibido luces vivas sobre el valor infinito de la sangre redentora de Jesús, tenían verdadera hambre y sed de recibir la absolución sacramental.

b) Se nos aumenta la gracia ex opere operato, aunque en grados diferentes según las disposiciones del penitente. De cien personas que hayan recibido la absolución de las mismas faltas, no habrá dos que hayan recibido la gracia en el mismo grado. Depende de la intensidad de su arrepentimiento y del grado de humildad con que se haya acercado al sacramento.

c) Después de una buena confesión el alma se siente llena de paz y de consuelo. Y esta disposición psicológica es indispensable para correr por los caminos de la perfección.

d) Se reciben mayores luces en los caminos de Dios. Y así, por ejemplo, después de confesarnos comprendemos mejor la necesidad de perdonar las injurias, viendo cuán misericordiosamente nos ha perdonado el Señor; o se advierte con más claridad la malicia del pecado venial, que es una mencha que- además de ofender a Dios- afea y ensucia el alma, privándola de gran parte de su brillo y hermosura.

e) Aumenta considerablemente las fuerzas del alma, proporcionándole la energía para venceer las tentaciones y fortalezas para el perfecto cumplimiento del deber. Claro que estas fuerzas se van debilitando, pococ a poco, y por eso es menester aumentarlas otra vez acercándose al sacramento con la mayor frecuencia que nos sea posible, teniendo en cuenta todas las circunstancias que nos rodean.

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