Mateo no cuenta que quien no se haga como un niño, no entrará en el reino de los cielos...
Se trataba de una conocida colección de cartas dirigidas a Jesús, que un profesor italiano había recogido de sus alumnos de Primaria. La forma de expresarse de estos niños destila sinceridad y pureza. Con ingenuidad y simpatía, nos aportan una dimensión más auténtica y profunda de la realidad.
¡Benditos sean esos maestros que llevan a los niños a descubrir en Jesucristo, a su mejor amigo! ¡Benditos sean esos niños que, en su inocencia, nos enseñan a los mayores a descubrir la sabiduría de la vida!
Ojos puros para reconocer la belleza: «Querido Niño Jesús: Yo creía que el naranja no pegaba con el morado. Pero luego he visto el atardecer que hiciste el martes. ¡Es genial!» (Eugenio)
Intuición para descubrir la fuente de la sabiduría: «Querido Jesús: Hemos estudiado que Tomás Edison descubrió la luz. Pero en la catequesis dicen que fuiste tú. Yo creo que te robó la idea». (Daria)
Ser niño para bucear en el Corazón de Dios: «Querido Niño Jesús: Seguro que para ti es dificilísimo querer a todos en todo el mundo. En mi familia sólo somos cuatro y yo no lo consigo». (Violeta)
Inocencia que cuestiona nuestros fundamentos: «Querido Jesús: ¿El Padre Mario es amigo tuyo, o sólo es un compañero del trabajo?» (Antonio)
La coherencia de los sencillos: «Querido Jesús: Ya no me he vuelto a sentir sola desde que he descubierto que existes». (Nora)
La gratuidad de la amistad: «Querido Jesús: No creo que pueda haber un Dios mejor que tú. Bueno, quería que lo supieras… Pero no creas que te lo digo porque eres Dios, ¿eh?» (Valerio)
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