jueves, 16 de diciembre de 2010

Hospital

Pues os advierto. Com sabéis voy los jueves a Basurto y ahi soy testigo de una experiencia que os a comunico, para que estéis precavidos. Lo que cuento no es, ni de lejos, lo que escucho en confesión, vaya por delante.

Como os imaginaréis los enfermos, de todo tipo y grado, sufren y piensan...y hablan. Y uno escucha. Y hay unas experiencias que se repiten casi casi infaliblemente. La primera es que la gente no acaba de aceptar que "ellos" se mueran, ¿¡ellos!?, ¡siempre se han muerto los otros!, hasta que, ese día, normal, muy normal, como uno de los tantos miles que llevaban vividos...(¿o gastados?), les dieron un susto.

Un vez que la gente lo asume con resignación (la gran mayoría, no todos, es cierto) la gente hace balance de su vida...sin que el cura se lo pida, o sugiera. La gente recapitula su vida de forma natural y espontáneamente. La gente mira hacia atrás y suele tener alguna pena que no ha solucionado hasta entonces...

Me llama la atención cómo la gente "mira" sobre su vida, al final de ella. Ciertamente no será sólo ese momento en el que lo hagan, pero ahí creo que es el más real, o sopesado, pues aparece en el horizonte Dios. Y por el contrario, la gente que vive, por lo general, no hace ese examen de su vida, sino que, sin más, vive el momento, así, sin perspectiva. De tal modo que se les pasa, gastada, pero no vivida. No es algo íntegramente ofertado, ofrecido, orientado o dirigido voluntariamente, diariamente hacia Dios, sino lo es en el último momento cuando la refieren a Él.


Os advierto de esto para que no lo hagáis tarde, sino que ya empecéis a hacerlo ya mismo. De tal manera que cuando llegue ese momento, que llegará, podamos ofrecer nuestra poquita existencia como un "todo" suyo, pues suya es.

1 comentario:

  1. La Iglesia no abandona a sus hijos nunca. Basta con ir a un hospital y ver que alli no van ni filósofos, ni políticos, ni periodistas a acompañarte. Sinembargo sí van -sin pedir nada a cambio- las religiosas y los sacerdotes de la Iglesia a consolarte, escuchar tus penas y ofrecerte lo más grande del universo, al mismísimo Jesucristo, en la Eucaristía. !Qué gran labor la que hacéis D. Iñigo en los hospitales perdonando nuestros pecados y trayéndonos al Santísimo Sacramento. Yo, cuando estuve ingresado en el hospital, puedo dar fé de ello. Un día entró una religiosa muy humilde y sonriente en mi habitación y con ella la visita más importante que he recibido nunca. Oculta en su bolsillo me traía al mismo Cristo en la Eucaristía. Gracias y mil gracias a la Iglesia por esa labor impagable y que por desgracia muy pocos reconocen.

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