miércoles, 7 de julio de 2010

Confesión

Cuando un enfermo no quiere ir al médico, además de su enfermedad, se le añade otra, la de no querer acudir al remedio. Dentro de la Iglesia católica, de manera increíble, se ha propagado como la pólvora la idea de que no es necesario confesarse. Cada uno lo puede hacer directamente con Dios, dicen muchísimos. Eso, que puede valer para otras religiones, en absoluto es válido para el católico. Jesucristo instituyó el sacramento de la confesión...al igual que los otro 6, para ser usados. Pobre del católico (sacerdote o laico) que desprecie esta fuente de gracias.

Aquí, en los EEUU, la gente católica, sigue guardando un respeto reverencial a la confesión, cosa que les honra. Ya han sido dos personas, en 4 días las que me han pedido confesión por la calle. Muy bien! para eso estamos los curas, no para nada más.

5 comentarios:

  1. Totalmente a favor de la confesión, pero creo que "la forma" pudiera revisarse. Creo que la mayoría de los que no acuden a la confesión individual no lo hacen porque no sientan que deben ser perdonados.Lo que les ocurre es que, muchas veces, se les hace imposible "verbalizar" todos sus pecados, esas pesadillas que, precisamente, tratan de olvidar para siempre y de las que, a veces, tampoco se perdonan ellos mismos. La obligación de enumerar los pecados hace que el sacramento más hermoso se convierta en una tortura. El enfermo necesita medicina pero hay que saber dársela.(medir la dosis, administrar anestesia si es preciso, etc) En el Evangelio, cuando el hijo pródigo vuelve a casa de su padre éste no le pregunta nada, se tira a su cuello y lo besa. Nada más.

    El hijo se reconoce pecador y muestra su arrepentimiento y su propósito de enmienda, pero su padre para perdonarle no le obliga a que le relate todos sus pecados. Esta humillación le parece innecesaria frente a un hijo que ha decidido volver. Esto debiera ser lo único importante. A veces, parece que se ha convertido -vía miedo- lo accesorio en lo principal. Decir los pecados como en un relato de la fiscalía, en vez de sentir arrepentimiento verdadero y deseos y propósitos firmes de no volver a pecar. La Iglesia como Madre debe manifestarse sobre todo en el confesionario. Pero no nos lo han puesto fácil.

    Decir los pecados "en voz alta" para muchos pecadores (los de verdad, los que acumulan caídas en picado y se han revolcado en el mal- es una barrera psicológica insalvable que les impide acercarse a un Dios-Padre misericordioso, pero cuya misericordia la Iglesia ha hecho que tenga que pasar por un "proceso" de autoacusación que muchos no se sienten capaces de superar. Ejemplos le podría dar muchos. Usted conocerá más.

    A veces pienso que si se hiciese la confesión menos rígida, más amable psicológicamente (pobres los que sufren, además de escrúpulos) !cuántas almas podrían salvarse y retornar a la Casa del Padre. ¿No se están imponiendo cargas tan pesadas como para que se puedan llevar?.

    Todo debería ser más fácil. Pedir perdón de corazón y recibir el perdón de un sacerdote que en ese momento, al igual que en el de la consagración, es más Cristo que nunca, más amable, más compasivo, más misericordioso que nunca. Debiera bastar con decir desde el corazón "Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero, perdóname por todos mis pecados que soy un pecador" y el sacerdote como Jesús, respondería "no me digas nada, ya lo sé, tú fe te ha salvado." Y a partir de ese momento nacería entre sacerdote y fiel un diálogo espontáneo pero no sobre los pecados, cúantas veces, con qué gravedad, etc, si no sobre el Amor de Dios que nos hacer hombres nuevos cada vez que nos perdona. Con esto no quiero decir que el sistema actual "llevar el listado de pecados" no sea válido para muchas personas y que deba mantenerse para ir creciendo espiritualmente. Solo digo-desde la humildad y acatando de antemano con absoluta fidelidad lo que la Iglesia dictamine- que para muchos nos ayudaría muchísimo a acercarnos al sacramento nuestra confesión como pecado sin "listados"y sin tener que dar detalles de lo que Jesús ya sabe y a nosotros tanto nos avergüenza. Pero que sea lo que la Iglesia considere.

    !VIVA SAN FERMÍN!

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  2. Totalmente a favor de la confesión, pero creo que "la forma" pudiera revisarse. Creo que la mayoría de los que no acuden a la confesión individual no lo hacen porque no sientan que deben ser perdonados.Lo que les ocurre es que, muchas veces, se les hace imposible "verbalizar" todos sus pecados, esas pesadillas que, precisamente, tratan de olvidar para siempre y de las que, a veces, tampoco se perdonan ellos mismos. La obligación de enumerar los pecados hace que el sacramento más hermoso se convierta en una tortura. El enfermo necesita medicina pero hay que saber dársela.(medir la dosis, administrar anestesia si es preciso, etc) En el Evangelio, cuando el hijo pródigo vuelve a casa de su padre éste no le pregunta nada, se tira a su cuello y lo besa. Nada más.

    El hijo se reconoce pecador y muestra su arrepentimiento y su propósito de enmienda, pero su padre para perdonarle no le obliga a que le relate todos sus pecados. Esta humillación le parece innecesaria frente a un hijo que ha decidido volver. Esto debiera ser lo único importante. A veces, parece que se ha convertido -vía miedo- lo accesorio en lo principal. Decir los pecados como en un relato de la fiscalía, en vez de sentir arrepentimiento verdadero y deseos y propósitos firmes de no volver a pecar. La Iglesia como Madre debe manifestarse sobre todo en el confesionario. Pero no nos lo han puesto fácil.

    Decir los pecados "en voz alta" para muchos pecadores (los de verdad, los que acumulan caídas en picado y se han revolcado en el mal- es una barrera psicológica insalvable que les impide acercarse a un Dios-Padre misericordioso, pero cuya misericordia la Iglesia ha hecho que tenga que pasar por un "proceso" de autoacusación que muchos no se sienten capaces de superar. Ejemplos le podría dar muchos. Usted conocerá más.

    A veces pienso que si se hiciese la confesión menos rígida, más amable psicológicamente (pobres los que sufren, además de escrúpulos) !cuántas almas podrían salvarse y retornar a la Casa del Padre. ¿No se están imponiendo cargas tan pesadas como para que se puedan llevar?.

    Todo debería ser más fácil. Pedir perdón de corazón y recibir el perdón de un sacerdote que en ese momento, al igual que en el de la consagración, es más Cristo que nunca, más amable, más compasivo, más misericordioso que nunca. Debiera bastar con decir desde el corazón "Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero, perdóname por todos mis pecados que soy un pecador" y el sacerdote como Jesús, respondería "no me digas nada, ya lo sé, tú fe te ha salvado." Y a partir de ese momento nacería entre sacerdote y fiel un diálogo espontáneo pero no sobre los pecados, cúantas veces, con qué gravedad, etc, si no sobre el Amor de Dios que nos hacer hombres nuevos cada vez que nos perdona. Con esto no quiero decir que el sistema actual "llevar el listado de pecados" no sea válido para muchas personas y que deba mantenerse para ir creciendo espiritualmente. Solo digo-desde la humildad y acatando de antemano con absoluta fidelidad lo que la Iglesia dictamine- que para muchos nos ayudaría muchísimo a acercarnos al sacramento nuestra confesión como pecado sin "listados"y sin tener que dar detalles de lo que Jesús ya sabe y a nosotros tanto nos avergüenza. Pero que sea lo que la Iglesia considere.

    !VIVA SAN FERMÍN!

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  3. Pues a mi, la verdad, tampoco me hace mucha gracia que se me note por donde pierdo aire...

    Lo que pasa es que si no voy tampoco me quedo conforme. Y, una vez de ir, si no declaras el motivo por el que vas y que te hace sentirte mal, pues como que no tiene sentido, no?

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  4. Por supuesto. No he querido criticar la confesión en absoluto. Yo, de hecho, soy un gran asiduo a la confesión. Lo que pasa es que, aveces,me parece que puede ser psicológicamente muy dura si el sacerdote no tiene la suficiente sensibilidad o si uno es muy escrupuloso. Desgracidamente, no todos hemos tenido el privilegio de confesarnos con el Padre Pío que cuándo notaba que te costaba verbalizar los pecados, pero sabía de tu arrepentimiento sincero, te los decía el mismo ya que milagrosamente podía leerte el corazón.

    Al margen de eso, todo mi agradecimiento a los sacerdotes que siguen metiéndose en un cajón de madera durante horas y horas, escuchando nuestras miserias e impertinencias, para perdonar nuestros pecados. Cada vez son menos, desgraciadamente, pero cuando veo en una Iglesia a un sacerdote en un confesionario le doy gracias a Dios y le pido que le asista en su ministerio.
    PD, La gran txapa es mía, lo que pasa que no me aparecía el mensaje y cuando lo hizo apareció dos veces y como anónimo.

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  5. ¿Pero los heavies con cresta también se confiesan en EEUU? Hay por Dios, espero que al pobre cura no le de la risa mientras le da la absolución...

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