lunes, 19 de marzo de 2012

La Misa

Quizás una de las notas que caracterizan a la cultura occidental sea el papel que tiene en ella el ocio. En una sociedad en la que el trabajo absorbe la mayor parte de las energías del día, de la vida de una persona, no es de extrañar que la gente busque descansar, más bien, liberarse o desahogarse del torbellino al que está sometido durante la semana. Un frenesí que no le permite, siquiera, dedicar las mejores energías a lo más importante: la familia. De ahí la sospecha de que el fin de semana, o los planes de descanso, son como poco una huída de lo cotidiano, como un querer olvidarse de lo cotidiano. Por esto el hombre cae en nuevas esclavitudes, como el consumismo, o el tummbing del fin de semana… como fórmulas de escape a la pesadilla en la que está metido de lunes a viernes. A lo que nos invita el Señor no es el escapismo del no hacer nada, o el de dejar a nuestros instintos desatados durante un par de días para luego volver a la anestesiante normalidad. Sino a una auténtica Celebración. Por celebración no se refiere la Iglesia a una fiesta de mayor calibre que las otras, a modo de las de fin de año. Que podría definirse como un fin de semana normal pero con el doble de gasto (vestido, cena y copas)… Sino a la conmemoración de “algo” que realmente sea fundante, ¡nuevo! para mi vida. Algo en lo que me pueda recrear. Volver sobre ello para edificar mi vida, como un momento de salvación. A nivel meramente humano, podría ser el cumpleaños, por el que doy gracias por el mero hecho de estar vivo. La fecha de la boda, en el que conmemoro el feliz encuentro con una persona que ha sido crucial para mi propia existencia. Una defunción, por la que agradezco haber conocido una persona, vital en mi vida… El Señor quiere que celebremos semanalmente la Fiesta de nuestra salvación. Aquella por la que podemos dar razón de lo más importante de nuestra vida: Dios me ama, Dios me busca, Dios me oye… No soy un puñado de tierra, sino algo divino. Efectivamente, recordar cada semana, que Dios me sondea y me conoce (cfr. Salmo 138), está conmigo todos los días de mi vida (cfr. Mt 28, 19)… por eso tu vara y tu cayado me sosiegan (cfr. Slamo 22)

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